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Espíritu Santo de Dios:

 

Que eres llamado el Dedo de Dios, el Señor y Dador de Vida,

Que renuevas la faz de la tierra, haciendo de nuestro barro una nueva creatura,

Te pedimos, con toda la Iglesia, que suscites en todo el mundo, con tu fuego, un nuevo Pentecostés.

 

Desciende con poder sobre todos los hombres y mujeres de la tierra, restaurando en cada uno la pureza primitiva, el proyecto original del Padre Dios, para así poder transparentar el brillo del fuego, del amor que enciende todo el universo.

 

Desciende, Santo Espíritu, como fuego purificador y fuente que salta hasta la vida eterna; Ven a apoderarte de cada corazón con la mansedumbre de una paloma, la frescura del viento y la alegría de aquellos que «conservan la paz del alma y del cuerpo» (Adm. XV).

 

Ven, Abogado y Defensor. Ven, Paráclito y Consuelo del afligido. Sigue intercediendo por nosotros, empujándonos a las obras buenas, abriendo los ojos ante el que sufre y necesita de ese consuelo que solo Tú puedes dar: aquí están mis manos, mis oídos y mi voz: quiero ser instrumento tuyo... quiero ser emisario de tu paz y tu bien.

 

Danos en la comunidad de la Iglesia verdaderas entrañas de misericordia, que vivan y comuniquen la buena noticia de la salvación de Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.