Espíritu Santo de Dios:
Que eres llamado el Dedo de Dios, el Señor y Dador de Vida,
Que renuevas la faz de la tierra, haciendo de nuestro barro una nueva creatura,
Te pedimos, con toda la Iglesia, que suscites en todo el mundo, con tu fuego, un nuevo Pentecostés.
Desciende con poder sobre todos los hombres y mujeres de la tierra, restaurando en cada uno la pureza primitiva, el proyecto original del Padre Dios, para así poder transparentar el brillo del fuego, del amor que enciende todo el universo.
Desciende, Santo Espíritu, como fuego purificador y fuente que salta hasta la vida eterna; Ven a apoderarte de cada corazón con la mansedumbre de una paloma, la frescura del viento y la alegría de aquellos que «conservan la paz del alma y del cuerpo» (Adm. XV).
Ven, Abogado y Defensor. Ven, Paráclito y Consuelo del afligido. Sigue intercediendo por nosotros, empujándonos a las obras buenas, abriendo los ojos ante el que sufre y necesita de ese consuelo que solo Tú puedes dar: aquí están mis manos, mis oídos y mi voz: quiero ser instrumento tuyo... quiero ser emisario de tu paz y tu bien.
Danos en la comunidad de la Iglesia verdaderas entrañas de misericordia, que vivan y comuniquen la buena noticia de la salvación de Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
La palabra hogar tiene una etimología interesante: proviene del latín focus, que hace referencia a un brasero o fuego, que se ubicaba en un lugar principal de la casa en torno al cual se congregaba la familia. El hogar es, pues, esa fuente de luz y calor de una casa familiar. En ella encontramos resguardo de la oscuridad, frío y también de la soledad. La Iglesia, desde antiguo, ha asumido para sí la figura de la casa… más aún: de un hogar. En otras palabras, no es un recinto o ámbito al que uno entra o se afilia, sin más: es una casa animada por un fuego proveniente de Dios. El Papa Francisco llama a la Iglesia «la casa abierta del Padre» (Evangelii Gaudium, 47). Qué implica ver la Ig...
Hace algunos años, el Papa escribió la hermosa carta Admirabile signum, en la cual describe hermosamente el valor y significado del pesebre navideño en el presente de nuestra vida cristiana. Vale la pena volverla a leer en estos días previos a la celebración de la Navidad, ¡y en todo momento!, para recordar cómo la sencillez de algunos signos sacramentales de origen popular pueden ser auténticos instrumentos de evangelización. Al final de la carta, dice el Santo Padre: «Ante el belén, la mente va espontáneamente a cuando uno era niño y se esperaba con impaciencia el tiempo para empezar a construirlo. Estos recuerdos nos llevan a tomar nuevamente conciencia del gran don que se nos ha d...
Espíritu Santo de Dios: Que eres llamado el Dedo de Dios, el Señor y Dador de Vida, Que renuevas la faz de la tierra, haciendo de nuestro barro una nueva creatura, Te pedimos, con toda la Iglesia, que suscites en todo el mundo, con tu fuego, un nuevo Pentecostés. Desciende con poder sobre todos los hombres y mujeres de la tierra, restaurando en cada uno la pureza primitiva, el proyecto original del Padre Dios, para así poder transparentar el brillo del fuego, del amor que enciende todo el universo. Desciende, Santo Espíritu, como fuego purificador y fuente que salta hasta la vida eterna; Ven a apoderarte de cada corazón con la mansedumbre de una paloma, la frescura del viento y la alegría de aquellos que «c...